Los microorganismos constituyen la forma de vida más antigua. Han sabido adaptarse a diferentes circunstancias y han aprovechado su capacidad de colonización para sobrevivir en organismos como el nuestro y establecer una relación simbiótica de mutuo beneficio.
La microbiota, ese conjunto de microorganismos que convive con nosotros, ha despertado el interés de los científicos hace relativamente poco, sin embargo, en los últimos veinte años se ha pisado el acelerador en la investigación de este órgano formado por millones de individuos con el fin de averiguar qué funciones tiene y cuál es su papel relevante en relación con la salud humana ya desde el vientre materno.
Este avance en la investigación ha sido gracias a la aplicación de diversas técnicas in vitro y/o in vivo, técnicas moleculares o la metagenómica que están permitiendo descubrir las funciones esenciales que presenta la microbiota, cuál es su influencia en el huésped y desarrollar probióticos y prebióticos específicos para reequilibrar esta comunidad microbiana en caso de disbiosis.
El término microbiota define al conjunto de microorganismos (bacterias, hongos, arqueas, virus y parásitos) que se alojan en nuestro organismo e interactúan con él. Este concepto sustituye al antiguo término microflora o flora, que es inadecuado e incorrecto.
Existen numerosas definiciones del término microbioma, pero en general se considera que se trata del conjunto de genes que forma parte de nuestra microbiota. Hay otras definiciones en las que se incluyen las comunidades microbianas, sus genes y metabolitos, así como sus relaciones con el hospedador.
El estudio del microbioma ha presentado varios retos en el pasado debido a que no todos los microorganismos eran fáciles de cultivar. Sin embargo, las técnicas modernas de estudio del material genético han revolucionado nuestro conocimiento del microbioma, ya que algunos componentes de la microbiota requieren condiciones especiales para su cultivo, por lo que tradicionalmente no eran detectados o no se conocían. Los avances en las ciencias ómicas como la metagenómica, transcriptómica, proteómica, metabolómica aportan nuevos conocimientos para entender la importancia de la microbiota humana.
La microbiota está condicionada por la anatomía y las características de su localización, se encuentra en la piel, en la mucosa respiratoria y genitourinaria, en la mama y, sobre todo, en el intestino humano, con una clara preponderancia en el intestino grueso. La microbiota intestinal va a ejercer efectos no solo sobre la esfera digestiva si no sobre el resto de órganos, de ahí la existencia de un eje intestino cerebro, eje intestino pulmón, etc.
Para el estudio del microbioma es importante estudiar su composición, los hábitats, la evolución con la edad, el impacto de la dieta y medicamentos, la comparación del microbioma de personas sanas con personas con una patología específica, la comparación del microbioma de personas que responden o no a un tratamiento. Pero, más importante es el conocimiento de las funciones que desempeña el microbioma y sus relaciones con el organismo.
Existen una variedad amplia de técnicas de estudio del microbioma siendo importante la recogida de muestras, el lugar, la forma de recogida y la conservación de la muestra. Existen técnicas dependientes e independientes de cultivo. Dentro de las primeras se encuentran las técnicas clásicas y las culturómicas que utilizan nuevos sustratos. Ambas técnicas detectan microorganismos viables que a través de las técnicas de microscopia permiten caracterizar cepas y conocer las características metabólicas para el desarrollo de nuevos métodos de cultivo y conseguir un crecimiento óptimo.
Por otro lado, las técnicas independientes de cultivo permiten análisis genómicos que pueden ser metataxonómicos para conocer el nombre de la cepa o los análisis metagenómicos que permiten, además de conocer el nombre de la cepa, realizar predicciones funcionales no solo de bacterias si no de virus, bacterias, protozoos, etc. También, se realizan dentro de los análisis independientes de cultivo, los análisis funcionales (metatranscriptómica, metabolómica, metaproteomica) que nos permite saber en qué rutas metabólicas están interviniendo y que funciones presentan.
Toda la información procedente de estos análisis se integra, teniendo en cuenta las interacciones entre el microbio y el hospedador. Los estudios del microbioma actualmente se están utilizando para la búsqueda de marcadores de enfermedad, salud, diagnóstico, respuesta al tratamiento y pronóstico de enfermedades.
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La microbiota es relevante en la salud y en la enfermedad en cualquier etapa de la vida. Existen una serie de factores que influyen de forma importante en la modificación de la microbiota en el adulto, siendo la dieta el factor más importante y con mayor capacidad de modular la microbiota intestinal. Otros factores que pueden alterar la microbiota son: la utilización de antimicrobianos como antibióticos y antifúngicos; la raza: el ambiente; el sexo y la condición hormonal, diferenciando sobre todo la etapa reproductiva de las mujeres; la edad; el estrés, etc.
Se define el término de disbiosis como el cambio de la composición cuantitativa o cualitativa de la microbiota. La aparición de disbiosis puede ser atribuida a pérdidas o disminución de una especie microbiana dominante, otras veces se debe a la aparición de una infección oportunista (candidiasis vaginal por pérdida de lactobacilos como consecuencia de la toma de antibióticos) y en otras ocasiones se debe a la aparición o pérdida de especies clave o bien en casos que existe una alteración de la estructura y función de la microbiota.
El proceso que abarca desde la selección inicial de cepas probióticas beneficiosas para la salud hasta su comercialización debe tener en cuenta aspectos científicos, clínicos, tecnológicos, económicos y legales. La procedencia de las cepas probióticas es variable, se recomienda que su origen sea humano, por lo que, la mayoría de los probióticos se suelen aislar de las heces de bebes menores de 3 meses alimentados con leche materna, ya que su microbiota intestinal no se ha visto prácticamente alterada por factores externos. Otras cepas han sido aisladas de la leche materna y también de otros tejidos como la boca o la vagina de mujeres sanas.
Tras la obtención y aislamiento del microorganismo, es fundamental su identificación a nivel de especie y cepa. Las técnicas han avanzado mucho pero, ya no se analizan por cultivo, sino que actualmente se utiliza la técnica de secuenciación genómica masiva o pirosecuenciación. Es una técnica por la que se conocen todos los genes de cada una de las bacterias que nos permitirá reconocer y clasificar al microrganismo en cuestión. Pero no todas las bacterias pueden ser utilizadas como cepas probióticas, ya que deben de cumplir una serie de características para ser considerados probióticos aptos para el consumo.
Esta identificación de la cepa nos permite por un lado asignar los efectos beneficiosos específicamente asociados a esa cepa y que no sean extrapolables a otras cepas de la misma especie y, por otro lado, nos permite seguir el proceso de evolución de la cepa en cada una de sus etapas: pruebas de laboratorio, ensayos clínicos, proceso de producción y comercialización.
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La evaluación de los probióticos requiere comprobar su eficacia a través de la realización de estudios. Son necesarios la realización de análisis in vitro, ex vivo, estudios en modelos animales y finalmente estudios en humanos. El empleo de estudios en modelos animales permite determinar mecanismos de acción y marcadores biomédicos. Los ensayos clínicos son los estudios que determinan la funcionalidad de los probióticos, es decir, el beneficio que ejercen y su magnitud. Los estudios que se realizan con los probióticos siguen las mismas normas que los realizados con medicamentos convencionales.
Los estudios fase 2 valoran la eficacia de un probiótico con respecto a placebo, se determina el beneficio ejercido y su magnitud. Se trata de estudios doble ciego, y recogen los posibles efectos adversos. Los estudios de fase 3 muestran la eficacia de un probiótico frente a la terapia estándar empleada para prevenir o tratar una enfermedad determinada. En general, estos estudios se realizan para promover la utilización de probióticos en la prevención y tratamiento de enfermedades bien como complemento a terapias establecidas o como sustituto a las mismas.
Se han obtenido evidencias claras de que cuando se altera el equilibrio de la microbiota (disbiosis) del organismo pueden aparecer determinadas patologías. Existe suficiente evidencia científica de la utilización de cepas probióticas en varias patologías y cada vez más, se incorpora a la práctica clínica habitual de los médicos. Los probióticos se emplean en numerosas enfermedades tanto a nivel digestivo como extradigestivo. Se utilizan en el contexto de las enfermedades gastrointestinales (diarrea aguda infecciosa, la diarrea asociada a antibióticos, sobrecrecimiento bacteriano) y, más recientemente, en procesos inflamatorios crónicos como la enfermedad inflamatoria intestinal, en trastornos funcionales o en el estreñimiento. También se ha valorado su efecto beneficioso en alteraciones extraintestinales, tales como la alergia (dermatitis atópica) o los efectos sobre las mucosas respiratorias o urogenitales y, en los últimos años, en la prevención de patología infantil (cólico del lactante, enteritis necrotizante, etc.), enfermedades metabólicas (obesidad, diabetes, etc.) y en la infección por Helycobacter pylori. Además, existen varias líneas de investigación abiertas en diferentes aplicaciones como enfermedades autoinmunes, enfermedades del ámbito neuroendocrino, enfermedades cardiovasculares, oncología (mejora de la respuesta a tratamiento), etc. Cada cepa probiótica debe ser estudiada individual y extensamente para determinar su eficacia y seguridad.
Los complementos alimenticios no están pensados como sustitutos de una alimentación variada y equilibrada ni de un estilo de vida saludable.
Lea detenidamente la información del producto y consulte con un profesional sanitario.