Las gastroenteritis se manifiestan por un aumento del número de deposiciones y/o una disminución de la consistencia de éstas. Se acompaña de dolor abdominal, vómitos, fiebre en ocasiones y, en algunos casos, deshidratación. Las manifestaciones más comunes son debilidad, letargo, sed intensa y orina con color y olor fuertes.
Las gastroenteritis son habituales en toda la población, pero son muy frecuentes en los niños, sobre todo en menores de cinco años. Suponen una causa importante de morbilidad infantil.
Pueden tener su origen en una intoxicación alimentaria, en algún tóxico o por medicamentos, pero las causas más frecuentes son las infecciones, ya sean producidas por virus, más típicas en otoño e invierno; o bacterias, más comunes en verano.
Es muy contagiosa, por eso no es raro que aparezcan varios casos en una misma familia o lugar de trabajo. La forma de contagio más frecuente es la fecal-oral. Esta vía es más activa en los niños, pues comparten juguetes que tocan y a menudo se llevan a la boca. Para evitar el contagio, es fundamental el lavado de manos con agua y jabón, especialmente antes y después de las comidas y después de ir al baño. También hay que evitar compartir utensilios personales (cucharas, toallas…) con la persona afectada.
También es una vía de adquisición de la infección, la ingesta de alimentos, especialmente, los alimentos crudos, que se consumen más habitualmente en verano, o los alimentos congelados en los que hay que tener especial cuidado en no romper su cadena de frío para su conservación en buen estado. Asimismo, las aguas contaminadas pueden ser otro foco de infección, por lo que no es aconsejable beber agua de las fuentes y hay que estar atentos a que los niños no traguen agua de las piscinas.
Por supuesto, una alimentación cuidada y unos hábitos saludables serán también buenos acompañantes de estas recomendaciones.