Hace ya unos cuantos años, el estudio de la microbiota se realizaba aislando y cultivando in vitro los microorganismos, aunque muchos de ellos requerían unas condiciones difíciles de reproducir en un laboratorio. Actualmente, el estudio del microbioma permite abrir un nuevo camino de investigación que analiza nuevas estrategias de manipulación, la relación de la microbiota con la salud y la predisposición a la enfermedad por parte del hospedador.
Los conceptos microbiota y microbioma, a veces, se usan indistintamente.
Sin embargo, hay una diferencia fundamental:
El Proyecto Microbioma Humano (HMP) se puso en marcha en 2008 para identificar y conocer las características genéticas de los microorganismos asociados al cuerpo humano y cómo los cambios que le afectan se relacionan con las enfermedades que afectan al organismo.
El microbioma es el conjunto de genes o la composición genética de los microorganismos que alberga el cuerpo humano, es decir, de la microbiota.
La microbiota y, por tanto el microbioma, se ubica en diferentes partes del organismo como en el tracto respiratorio, aparato genito urinario, zona orofaríngea, piel y, por supuesto, el tracto intestinal.
Esta población de microorganismos establece una simbiosis con nuestro organismo de tal manera que el ser humano proporciona un hábitat y condiciones ambientales adecuadas a cambio de unas funciones que nuestro genoma no posee.
Los genes que forman el microbioma están involucrados en numerosas funciones que siempre se atribuyen a la microbiota. El microbioma interactúa con el genoma humano para funcionar en conjunto, ayudando a mantener la defensa y la salud del hospedador, la absorción de alimentos, la prevención frente a agentes patógenos, la síntesis de vitaminas, la regulación del metabolismo, así como la modulación del eje intestino-cerebro.
Es cierto que ciertas especies de microorganismos pueden complicar la salud, pero la medicina moderna no tendría sentido si no fuera por su análisis continuo. Las bacterias y los virus son los componentes clave de las vacunas. Gracias a los estudios realizados con algunos hongos, es posible tener antibióticos como la penicilina que tantas vidas ha salvado.
Los microorganismos, actualmente, permiten cultivar artificialmente sustancias como la insulina y las hormonas de crecimiento humano e incluso pueden ser vehículo de administración de fármacos.
El uso de simbióticos como apoyo nutricional se asocia a una menor permeabilidad intestinal y menor riesgo de infecciones.
Influyendo en la composición, cantidad y diversidad de la microbiota se puede incidir en la salud del ser humano o como complemento a tratamientos específicos. Los ensayos clínicos controlados con simbióticos (probióticos y prebióticos) así lo demuestran.
Los complementos alimenticios no están pensados como sustitutos de una alimentación variada y equilibrada ni de un estilo de vida saludable.
Lea detenidamente la información del producto y consulte con un profesional sanitario.