Cuando se piensa en seres vivos, normalmente nos vienen a la cabeza aquellos que son visibles a simple vista. No es fácil imaginar la vida de lo que no podemos ver. Sin embargo, los microscopios nos han permitido descubrir un mundo asombroso, de gran impacto en la naturaleza, con capacidad para adaptarse a cualquier situación y ambiente, por muy adverso que sea, y de vital importancia en el desarrollo humano: los microorganismos.
La vida como se conoce hoy en día existe gracias a la evolución de millones de microorganismos que cambiaron la estructura del mundo dando lugar a formas de vida mucho más complejas.
Los microorganismos o microbios son seres vivos microscópicos que, no por su pequeño tamaño, son menos importantes. Poseen una organización biológica de menor complejidad que los macroorganismos, pero, sin embargo, se consideran esenciales para la vida por su amplia diversidad y distribución en el planeta.
En función de cómo se comporten y su capacidad de colonización van a actuar de manera positiva o negativa para nuestra especie.
Los microorganismos saprofitos no necesitan de otros organismos para sobrevivir por lo que pueden vivir en ambientes tan distintos como el suelo, el agua o el aire.
Los microorganismos parásitos viven en otro organismo y en la mayoría de los casos, le hacen daño causando, por ejemplo, enfermedades.
Los microorganismos simbióticos y mutualistas viven en una relación mutuamente beneficiosa con otro organismo.
Su metabolismo les permite multiplicarse rápidamente y, por tanto, crecer con facilidad, provocando cambios en su hábitat.
Además, muchos de ellos, son capaces de resistir a agresiones externas gracias al desarrollo de sistemas de autoprotección.
Se alimentan utilizando fuentes de energía procedentes del medio ambiente como la luz y el calor o bien absorbiendo nutrientes del medio ambiente, de seres vivos más pequeños o penetrando en otras células para multiplicarse.
Su relación con el medio es intensa y cuando se establecen unas condiciones adecuadas para cada tipo de microorganismo como el alimento adecuado, la humedad, temperatura, pH del medio y la presencia o no de oxígeno, entre otras, se produce su crecimiento y propagación.
A pesar de tratarse de la población más numerosa existente, los microorganismos se clasifican, básicamente, en cuatro grupos:
El desarrollo de microorganismos específicos nos permite aprovechar sus propiedades.
Actualmente, se utilizan algunos microorganismos en la industria alimentaria para la elaboración de alimentos y bebidas fermentadas, en la medicina para la producción de antibióticos, vacunas e insulina, así como para el diagnóstico de enfermedades, en tecnología medioambiental para el tratamiento de residuos domésticos e industriales o en biotecnología y agricultura. Y, por supuesto, al formar parte de nuestra microbiota, determinadas cepas bacterianas se pueden utilizar para mantener el balance adecuado entre los microorganismos, lo que permite establecer las condiciones para una salud adecuada.
La capacidad de desarrollo, propagación y colonización de los microorganismos genera una dualidad en sus efectos que hace que puedan crear o descomponer, beneficiar o perjudicar, propagar enfermedades o frenarlas.
Aunque parezca sorprendente, por el concepto que tradicionalmente tenemos de los microorganismos, la proporción de microbios perjudiciales para la salud frente a los beneficiosos es muy pequeña. De hecho, tan solo el 1% de las bacterias conocidas, se pueden considerar patógenas.
Además, en muchas ocasiones, exponerse a un patógeno no implica el desarrollo de una enfermedad ya que va a depender de la edad, sexo, genética, hábitos de vida, sistema inmunológico y del equilibrio de nuestra microbiota. Sí, nuestras propias bacterias nos protegen frente a las bacterias patógenas. ¡Una paradoja!
Los complementos alimenticios no están pensados como sustitutos de una alimentación variada y equilibrada ni de un estilo de vida saludable.
Lea detenidamente la información del producto y consulte con un profesional sanitario.